I
Sinatti
entró por la izquierda, cuerpeó al seis con inesperada decisión y, por suerte
(porque no sabía muy bien cómo resolver, Sinatti no sabe definir), alguien que
no supo quién fue le pateó el talón. Sinatti cayó en plena área sin siquiera
exagerar, porque es defensor y no tiene la astucia de los delanteros. De todos
modos, Manríquez pitó inmediatamente.
Claro
penal.
Mariana
encontró la nota y contuvo la respiración.
"Laura
tenía razón. El que busca, encuentra", pensó mientras volvía a dejar el
papel en el saco de Pablo, prolijamente doblado en el bolsillo superior.
Cortó las cebollas y las puso a freír en la sartén.
Agregó unas rodajas de pan, que toman un gusto especial cuando se cocinan en
cebolla y aceite.
Sonó el teléfono y Mariana fue a responder,
limpiándose las manos con el repasador en el pasillo. Era Laura. Mariana dijo
que estaba cocinando y que se verían el domingo.
Volvió
al calor y destapó una botella de malbec. El ruido de las cebollas y el pan en
el aceite la hizo pensar en eso que sale de los vinilos antes de la canción, e
imaginarse que desde la sartén saldría algún Lou Reed la llevó a olvidarse del
resto y tararear algo durante dos o tres minutos. Después de todo, la sartén
también es redonda y negra.
Peló
las papas, las puso a hervir y comenzó a rebozar las milanesas, con ajo y
perejil.
Cuando
estaba abriendo el horno oyó la cerradura, dos pasos y la puerta que volvía a
cerrarse. Lou Reed no cantaba desde hacía veinte minutos.
Pablo
comía y Mariana, que tenía (y tiene) un máster en Comunicación, no sabía cómo
poner el tema sobre la mesa, entre los platos, la botella y el salero. Mariana
se sintió fuera de su lugar, otra vez, y pensó en que debía haber estudiado
psicología, o haber hecho tiro al blanco.
- Debería haber estudiado psicología.
- ¿Y eso?
- No, nada.
Mariana
se comió el último pan con aceite y sabor a cebolla, se levantó y al volver a
la cocina puso el papelito abierto sobre la milanesa que Pablo tenía en su
plato.
II
Tácitamente,
diez hombres le concedieron a Marlone la tensión de servir la número cinco en
el plato de postre. Esteban Marlone se puso las manos en la cintura y levantó
la mirada. Ocho mil personas insultándolo del otro lado del muro de alambre, y
frente a él el flacucho Berder, que se había acercado a molestarlo cuando
Manríquez lo mandó de vuelta al arco. "La vas a mandar a la mierda", aseguró
Berder.
Paula
se levantó tarde, se duchó y logró llegar al jardín con diez minutos de
retraso. Tomó un café con la directora y la maestra de la salita verde, y poco
después comenzaron a llegar los chicos.
Cantaron
una canción de María Elena Walsh y la representaron. Paula escuchaba esa
canción cuando era chica y le gustaba mucho ver cómo los niños actuaban lo que
decía la letra. Se sentía verdaderamente útil, y esperaba que sus chicos
pudieran hacer lo mismo que estaba haciendo ella dentro de quince o veinticinco
años.
Hablaron
de los transportes, cada uno dijo cómo llegaba al jardín a la mañana y cómo se
imaginaba que sería venir en otro medio: los que venían en auto nunca se habían
tomado un tren.
Después,
hicieron un collage representando a la familia: cada nene hacía el suyo, en
cinco grupos de cuatro. Hasta que Paula notó un problema entre Cristian y
Agustín. Se acercó y preguntó qué pasaba.
- ¡Cristian acaba de agregar a Julieta en el collage
de su familia!, reprochó Agustín.
- ¿Y por qué la agregaste, Cristian?, preguntó
Paula.
- ¡Es mi novia, Julieta!, volvió a reprochar
Agustín.
- La agregué porque ayer vos dijiste que nada era
para siempre y cuando yo sea más grande, Julieta va a ser novia mía y no de
Agustín.
Julieta
los escuchaba, en silencio, mientras le ponía Voligoma a una figura y la pegaba
en su collage.
Marlone
está mirando el planeta de cuero cosido, donde se concentra todo.
Piensa
en dejar el fútbol cuando termine el torneo, irse a vivir al campo. Aceptar el
pedido de Paula y tener hijos - de otra manera, no pasará mucho tiempo hasta
que Paula encuentre algún joven profesional que se los prometa, y quizás hasta
se los cumpla, y entonces Marlone volverá a la depresión. Está decidido, me voy
al campo y tengo hijos con Paula. No, Paula estará hablando con alguien. Esta
misma noche se lo digo.
Marlone,
que iba a tirar a colocar, patea fuerte y arriba.
Me lo
contó mi abuelo. Yo no entendía. Bueno, no entiendo. Me cuenta historias,
generalmente las repite pero igual siempre es lindo escucharlo.
El
otro día me contó que, cuando él era chico, llegó a ver algo de eso, de cómo
era antes. Cómo era antes, ¿entendés? Cuando la gente no se comunicaba, cuando
no había lo que hay ahora. Yo no entiendo cómo el viejo pudo vivir así. El
viejo y mucha gente, claro, porque antes eran como ocho mil millones.
No te
quiero aburrir, estás cansado vos también. Pero esperá, no te duermas. ¡No te
duermas que esto tenés que escucharlo! Me dijo que antes la gente no vivía como
ahora. Parece que la medicina había avanzado tanto que llegaban a los ochenta o
noventa, al menos donde vivía él; sus abuelos murieron a esa edad. ¡Algunos
hasta los cien! Claro, de repente había mucha más gente. La tecnología, es
decir lo que nosotros entendemos hoy como tecnología, para ellos era tener una
pantallita de plástico en el bolsillo que les decía todo. Sí, claro, todo menos
el olor del pasto; todo lo que era todo para ellos. No me entra en la cabeza,
¿cómo hacían? Me explicó cómo funcionaba, era algo rarísimo. De hecho él llegó
a tener uno, hasta la guerra. Me dijo que fue la cuarta guerra mundial, que
cuando California y Nueva York todavía eran el mismo país, antes de la
división, la que terminó con todo esto. Se llamaba Estados Unidos. ¿No me
creés? Me dijo que la gente iba por la calle con unos anteojos por los que
hablaban con los otros, hacían las compras, programaban el despertador. El
despertador, eso que sonaba a una hora para que uno se despertara. El viejo
está loco, la verdad. Mirá, menos mal que estuvo esa guerra... Sí, es así,
Europa era una zona riquísima y con un montón de ciudades. ¡Pero te lo digo en
serio! ¿De qué te reís? Había varias ciudades. Él estuvo, fue con sus padres.
No sé, habrá sido en el 2035, qué sé yo. Pero Estados Unidos (como se llamaba
la unidad de California con Nueva York, qué nombre tan no nombre) tiró varias
bombas atómicas - no sé, algo raro que rompía todo, algo de los átomos, hay que
preguntarle al abuelo - y Rusia también, sí, esas bombas, y acá estamos. Las
partes más ricas del mundo, plaf. Cómo habrá sido vivir en ese momento,
televisor, telecomunicación. ¿Ya tendrían caballos? Seguro que no. Qué
curiosidad, vivir en esa selva. En una de esas, hasta ni siquiera eran
personas.
¿Te
dormiste? Será posible, che.